
A principios de milenio, Leonard Lauder, CEO de Estée Lauder, acuñó el término de The Lipstick Index (Índice del labial) para referirse a un particular comportamiento que había observado en sus consumidores. El ejecutivo notó que en tiempos de recesión económica, las ventas de sus productos de belleza aumentaban, lo que se explicaba porque, aparentemente, en tiempos de crisis financiera, los consumidores tendían a premiarse con “pequeños lujos”, como lápices labiales.

A lo largo de los años (y con una que otra recesión económica sobre la espalda), esta correlación se ha mantenido intacta, demostrando que los efectos que el mercado tiene sobre las cosas más cotidianas, son inimaginables. Y como era de suponer, el mercado cripto no es la excepción.
Un computador se compone principalmente de pantallas, placa madre, CPU (el cerebro del computador) y tarjetas de video. Esta última cumple una función primordial: se encarga del procesamiento de imágenes en los ordenadores. Sin embargo, hoy es menospreciada, ya que muchos procesadores tienen esta funcionalidad integrada, como los smartphones, por lo que pueden mostrar contenido visual sin necesidad de contar con un componente especializado para esa función. Pese a esto, sigue habiendo un gran número de usuarios que saben aprovechar al máximo mejores resoluciones y el rendimiento de una buena tarjeta de video, como son los gamers y los mineros de criptomonedas.
El trabajo de un minero cripto consiste básicamente en competir en redes repitiendo la misma operación miles de veces por segundo para validar bloques y obtener una recompensa. Es un trabajo de martillo: prueba y error, una y otra vez; cuando la tarea es idéntica y se repite, gana quien tiene muchas manos trabajando a la vez. Ahí entra nuestra querida tarjeta de video, ya que no “piensa” tanto como una CPU, pero ejecuta miles de brochazos en paralelo.
¿Y por qué no usar el “cerebro” del computador (la CPU)? Porque aquí no se trata de decidir cosas complejas, sino de repetir el mismo cálculo sin descanso. Imagina un tren que transporta miles de personas de un lugar a otro al mismo tiempo, mientras que un auto transporta menos pasajeros, pero tiene más versatilidad para establecer sus rutas, detenerse e ir a su propio ritmo. O piensa en la imagen perfecta de ese demo tipo MythBusters donde cientos o miles de “puntos de pintura” coordinados dibujan la Mona Lisa en un instante. Muchas manos, misma tarea, resultado rápido.
Al igual que los lápices labiales y las recesiones económicas, las tarjetas de video y los períodos alcistas del mercado cripto tienen bastante en común.
Ante un mercado alcista, cuando las criptomonedas se disparan, las tarjetas de video se compran en masa. Su arquitectura de miles de núcleos haciendo la misma operación en paralelo, calza perfecto con la minería, que es repetir cálculos simples sin descanso. La CPU, más “auto” versátil, no mueve tantos “pasajeros” a la vez. Por eso, en cada racha alcista, mineros y entusiastas compiten con gamers y creadores por el mismo hardware: suben precios, se agota el stock. En la vida diaria una CPU potente rara vez es necesaria, pero en tareas paralelas como videojuegos y minería marca la diferencia, por eso es la pieza que todos salen a comprar y la que primero se agota.